Hacemos un “sprint” a través los textos evangelicos de la Semana santa hasta el día de la resurrección:
Domingo de ramos y pasión
Juan 12:12–16
Mucha gente había ido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Al día siguiente, supieron que Jesús iba a llegar a la ciudad. Entonces cortaron hojas de palmera y salieron a recibirlo, gritando: —¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Jesús encontró un burro y montó en él, como se dice en la Escritura: «No tengas miedo, ciudad de Sión; mira, tu Rey viene montado en un burrito.» Al principio, sus discípulos no entendieron estas cosas; pero después, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que todo esto que le habían hecho estaba en la Escritura y se refería a él.
2. Marcos 15
Al amanecer, se reunieron los jefes de los sacerdotes con los ancianos y los maestros de la ley: toda la Junta Suprema. Y llevaron a Jesús atado, y se lo entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntó:—¿Eres tú el Rey de los judíos?—Tú lo has dicho —contestó Jesús. 3 Como los jefes de los sacerdotes lo acusaban de muchas cosas, 4 Pilato volvió a preguntarle: —¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te están acusando.
5 Pero Jesús no le contestó; de manera que Pilato se quedó muy extrañado. Jesús es sentenciado a muerte
6 Durante la fiesta, Pilato dejaba libre un preso, el que la gente pidiera. 7 Un hombre llamado Barrabás estaba entonces en la cárcel, junto con otros que habían cometido un asesinato en una rebelión. 8 La gente llegó, pues, y empezó a pedirle a Pilato que hiciera como tenía por costumbre. 9 Pilato les contestó:
—¿Quieren ustedes que les ponga en libertad al Rey de los judíos? 10 Porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia. 11 Pero los jefes de los sacerdotes alborotaron a la gente, para que pidieran que les dejara libre a Barrabás. 12 Pilato les preguntó:—¿Y qué quieren que haga con el que ustedes llaman el Rey de los judíos? 13 Ellos contestaron a gritos: —¡Crucifícalo! 14 Pilato les dijo:
—Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos volvieron a gritar: —¡Crucifícalo! 15 Entonces Pilato, como quería quedar bien con la gente, dejó libre a Barrabás; y después de mandar que azotaran a Jesús, lo entregó para que lo crucificaran. 16 Los soldados llevaron a Jesús al patio del palacio, llamado pretorio, y reunieron a toda la tropa. 17 Le pusieron una capa de color rojo oscuro, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron. 18 Luego comenzaron a gritar: —¡Viva el Rey de los judíos! 19 Y le golpeaban la cabeza con una vara, lo escupían y, doblando la rodilla, le hacían reverencias. 20 Después de burlarse así de él, le quitaron la capa de color rojo oscuro, le pusieron su propia ropa y lo sacaron para crucificarlo. Jesús es crucificado
21 Un hombre de Cirene, llamado Simón, padre de Alejandro y de Rufo, llegaba entonces del campo. Al pasar por allí, lo obligaron a cargar con la cruz de Jesús. 22 Llevaron a Jesús a un sitio llamado Gólgota (que significa: «Lugar de la Calavera»); 23 y le dieron vino mezclado con mirra, pero Jesús no lo aceptó. 24 Entonces lo crucificaron. Y los soldados echaron suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús y ver qué se llevaría cada uno. 25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. 26 Y pusieron un letrero en el que estaba escrita la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» 27 Con él crucificaron también a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
29 Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
—¡Eh, tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, 30 sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!
31 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían:
—Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. 32 ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos!
Y hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Muerte de Jesús
33 Al llegar el mediodía, toda la tierra quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. 34 A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
35 Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:
—Oigan, está llamando al profeta Elías.
36 Entonces uno de ellos corrió, empapó una esponja en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo:
—Déjenlo, a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.
37 Pero Jesús dio un fuerte grito, y murió. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 El capitán romano, que estaba frente a Jesús, al ver que éste había muerto, dijo:
—Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
40 También había algunas mujeres mirando de lejos; entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. 41 Estas mujeres habían seguido a Jesús y lo habían ayudado cuando él estaba en Galilea. Además había allí muchas otras que habían ido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
42 Como ése era día de preparación, es decir, víspera del sábado, y ya era tarde, 43 José, natural de Arimatea y miembro importante de la Junta Suprema, el cual también esperaba el reino de Dios, se dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al capitán para preguntarle cuánto tiempo hacía de ello. 45 Cuando el capitán lo hubo informado, Pilato entregó el cuerpo a José. 46 Entonces José compró una sábana de lino, bajó el cuerpo y lo envolvió en ella. Luego lo puso en un sepulcro excavado en la roca, y tapó la entrada del sepulcro con una piedra. 47 María Magdalena y María la madre de José, miraban dónde lo ponían.
Jueves Santo
Juan 13:1-17, 31b – 35
Era antes de la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que había llegado la hora de que él dejara este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin.
2-4 El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Jesús sabía que había venido de Dios, que iba a volver a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad; así que, mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. 5 Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
6 Cuando iba a lavarle los pies a Simón Pedro, éste le dijo:
—Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí?
7 Jesús le contestó:
—Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás.
8 Pedro le dijo:
—¡Jamás permitiré que me laves los pies!
Respondió Jesús:
—Si no te los lavo, no podrás ser de los míos.
9 Simón Pedro le dijo:
—¡Entonces, Señor, no me laves solamente los pies, sino también las manos y la cabeza!
10 Pero Jesús le contestó:
—El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11 Dijo: «No están limpios todos», porque sabía quién lo iba a traicionar.
12 Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo:
—¿Entienden ustedes lo que les he hecho? 13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. 16 Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. 17 Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
31 Después que Judas hubo salido, Jesús dijo: —Ahora se muestra la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se muestra en él. 32 Y si el Hijo del hombre muestra la gloria de Dios, también Dios mostrará la gloria de él; y lo hará pronto. 33 Hijitos míos, ya no estaré con ustedes mucho tiempo. Ustedes me buscarán, pero lo mismo que les dije a los judíos les digo ahora a ustedes: No podrán ir a donde yo voy. 34 Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. 35 Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos.
Viernes Santo
Juan 18:1 – 19:42
Después de decir esto, Jesús salió con sus discípulos para ir al otro lado del arroyo Cedrón. Allí había un huerto, donde Jesús entró con sus discípulos. 2 También Judas, el que lo estaba traicionando, conocía el lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3 Así que Judas llegó con una tropa de soldados y con algunos guardianes del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Estaban armados, y llevaban lámparas y antorchas. 4 Pero como Jesús ya sabía todo lo que le iba a pasar, salió y les preguntó:
—¿A quién buscan?
5 Ellos le contestaron:
—A Jesús de Nazaret.
Jesús dijo:
—Yo soy.
Judas, el que lo estaba traicionando, se encontraba allí con ellos. 6 Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», se echaron hacia atrás y cayeron al suelo. 7 Jesús volvió a preguntarles:
—¿A quién buscan?
Y ellos repitieron:
—A Jesús de Nazaret.
8 Jesús les dijo otra vez:
—Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan.
9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús mismo había dicho: «Padre, de los que me diste, no se perdió ninguno.» 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, que era criado del sumo sacerdote. 11 Jesús le dijo a Pedro:
—Vuelve a poner la espada en su lugar. Si el Padre me da a beber este trago amargo, ¿acaso no habré de beberlo?
Jesús ante Anás
12 Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardianes judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron. 13 Lo llevaron primero a la casa de Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14 Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos que era mejor para ellos que un solo hombre muriera por el pueblo.
Pedro niega conocer a Jesús
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa; 16 pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por esto, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro. 17 La portera le preguntó a Pedro:
—¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro contestó:
—No, no lo soy.
18 Como hacía frío, los criados y los guardianes del templo habían hecho fuego, y estaban allí calentándose. Pedro también estaba con ellos, calentándose junto al fuego.
El sumo sacerdote interroga a Jesús
19 El sumo sacerdote comenzó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que él enseñaba. 20 Jesús le dijo:
—Yo he hablado públicamente delante de todo el mundo; siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo, donde se reúnen todos los judíos; así que no he dicho nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me han escuchado, y que ellos digan de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho.
22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole:
—¿Así contestas al sumo sacerdote?
23 Jesús le respondió:
—Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
24 Entonces Anás lo envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega otra vez a Jesús
25 Entre tanto, Pedro seguía allí, calentándose junto al fuego. Le preguntaron:
—¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro lo negó, diciendo:
—No, no lo soy.
26 Luego le preguntó uno de los criados del sumo sacerdote, pariente del hombre a quien Pedro le había cortado la oreja:
—¿No te vi con él en el huerto?
27 Pedro lo negó otra vez, y en ese mismo instante cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
28 Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya comenzaba a amanecer, los judíos no entraron en el palacio, pues de lo contrario faltarían a las leyes sobre la pureza ritual y entonces no podrían comer la cena de Pascua. 29 Por eso Pilato salió a hablarles. Les dijo:
—¿De qué acusan a este hombre?
30 —Si no fuera un criminal —le contestaron—, no te lo habríamos entregado.
31 Pilato les dijo:
—Llévenselo ustedes, y júzguenlo conforme a su propia ley.
Pero las autoridades judías contestaron:
—Los judíos no tenemos el derecho de dar muerte a nadie.
32 Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir. 33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
34 Jesús le dijo:
—¿Eso lo preguntas tú por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí?
35 Le contestó Pilato:
—¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Jesús le contestó:
—Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37 Le preguntó entonces Pilato:
—¿Así que tú eres rey?
Jesús le contestó:
—Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.
38 Pilato le dijo:
—¿Y qué es la verdad?
Jesús es sentenciado a muerte
Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez a hablar con los judíos, y les dijo:
—Yo no encuentro ningún delito en este hombre. 39 Pero ustedes tienen la costumbre de que yo les suelte un preso durante la fiesta de la Pascua: ¿quieren que les deje libre al Rey de los judíos?
40 Todos volvieron a gritar:
—¡A ése no! ¡Suelta a Barrabás!
Y Barrabás era un bandido.
19 Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro. 3 Luego se acercaron a él, diciendo:
—¡Viva el Rey de los judíos!
Y le pegaban en la cara.
4 Pilato volvió a salir, y les dijo:
—Miren, aquí lo traigo, para que se den cuenta de que no encuentro en él ningún delito.
5 Salió, pues, Jesús, con la corona de espinas en la cabeza y vestido con aquella capa de color rojo oscuro. Pilato dijo:
—¡Ahí tienen a este hombre!
6 Cuando lo vieron los jefes de los sacerdotes y los guardianes del templo, comenzaron a gritar:
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—Pues llévenselo y crucifíquenlo ustedes, porque yo no encuentro ningún delito en él.
7 Las autoridades judías le contestaron:
—Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.
8 Al oír esto, Pilato tuvo más miedo todavía. 9 Entró de nuevo en el palacio y le preguntó a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada. 10 Pilato le dijo:
—¿Es que no me vas a contestar? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, lo mismo que para ponerte en libertad?
11 Entonces Jesús le contestó:
—No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si Dios no te lo hubiera permitido; por eso, el que me entregó a ti es más culpable de pecado que tú.
12 Desde aquel momento, Pilato buscaba la manera de dejar libre a Jesús; pero los judíos le gritaron:
—¡Si lo dejas libre, no eres amigo del emperador! ¡Cualquiera que se hace rey, es enemigo del emperador!
13 Pilato, al oír esto, sacó a Jesús, y luego se sentó en el tribunal, en el lugar que en hebreo se llamaba Gabatá, que quiere decir El Empedrado. 14 Era el día antes de la Pascua, como al mediodía. Pilato dijo a los judíos:
—¡Ahí tienen a su rey!
15 Pero ellos gritaron:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les preguntó:
—¿Acaso voy a crucificar a su rey?
Y los jefes de los sacerdotes le contestaron:
—¡Nosotros no tenemos más rey que el emperador!
16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús es crucificado
17 Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado «Lugar de la Calavera» (que en hebreo se llama Gólgota). 18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, quedando Jesús en el medio. 19 Pilato escribió un letrero que decía: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos», y lo mandó poner sobre la cruz. 20 Muchos judíos leyeron aquel letrero, porque el lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Por eso, los jefes de los sacerdotes judíos dijeron a Pilato:
—No escribas: “Rey de los judíos”, sino escribe: “El que dice ser Rey de los judíos”.
22 Pero Pilato les contestó:
—Lo que he escrito, escrito lo dejo.
23 Después que los soldados crucificaron a Jesús, recogieron su ropa y la repartieron en cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también la túnica, pero como era sin costura, tejida de arriba abajo de una sola pieza, 24 los soldados se dijeron unos a otros:
—No la rompamos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca.
Así se cumplió la Escritura que dice: «Se repartieron entre sí mi ropa, y echaron a suertes mi túnica.» Esto fue lo que hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Luego le dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.
Muerte de Jesús
28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
—Tengo sed.
29 Había allí un jarro lleno de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús bebió el vino agrio, y dijo:
—Todo está cumplido.
Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
La lanzada en el costado de Jesús
31 Era el día antes de la Pascua, y los judíos no querían que los cuerpos quedaran en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne. Por eso le pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernas a los crucificados y que quitaran de allí los cuerpos. 32 Los soldados fueron entonces y le quebraron las piernas al primero, y también al otro que estaba crucificado junto a Jesús. 33 Pero al acercarse a Jesús, vieron que ya estaba muerto. Por eso no le quebraron las piernas.
34 Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. 35 El que cuenta esto es uno que lo vio, y dice la verdad; él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean. 36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: «No le quebrarán ningún hueso.» 37 Y en otra parte, la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron.»
Jesús es sepultado
38 Después de esto, José, el de Arimatea, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a las autoridades judías. Pilato le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo. 39 También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de un perfume, mezcla de mirra y áloe. 40 Así pues, José y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según la costumbre que siguen los judíos para enterrar a los muertos. 41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no habían puesto a nadie. 42 Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.
Vigilio de la resurrección
Marcos 16:1-8
Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé, compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús. 2 Y el primer día de la semana fueron al sepulcro muy temprano, apenas salido el sol, 3 diciéndose unas a otras:
—¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero, al mirar, vieron que la piedra ya no estaba en su lugar. Esta piedra era muy grande. 5 Cuando entraron en el sepulcro vieron, sentado al lado derecho, a un joven vestido con una larga ropa blanca. Las mujeres se asustaron, 6 pero él les dijo:
—No se asusten. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. 7 Vayan y digan a sus discípulos, y a Pedro: “Él va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán, tal como les dijo.”
8 Entonces las mujeres salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando, asustadas. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Dia de la resurrección
Juan 20:1-8
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. 2 Entonces se fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
—¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 4 Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. 6 Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas; 7 y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó.
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